Leer a Dewey a princípios dei siglo XXI supone romper el cerco, salirse del circuito cerrado que en las últimas décadas se ha impuesto en el campo de la estética y la teoría de las artes. Las teorías hegemónícas, sobre todo en el contexto nortearnericano, han funcionado como wrapper theories.’ –teorías-envoltura– que pretenden presentar transparentemente, contener y conservar su objeto, sin cuestionarlo oi considerarlo en una dimensión evaluativa. Con ello se consigue quizás una buena descripción de la situación de hecho y se renuncia por completo a indagar las hondas implicaciones antropológicas, socíales y políticas de las prácticas artísticas en tanto tales, aun de las más -autónornas-. Sólo mediante ese orden teórico se han podido asumir sin rubor definiciones que limitan el arte a aquello aceptado como tal por las ínstitucíones deI gusto -por muy vaga que pueda ser tal categoría- o sancionado por la historia establecida de determinada práctica o escuela.
Este interes quizá provenga de la doble necesidad que ahora experimentamos con toda claridad, neccsidad por un lado de pensar la medida en que toda la práctica artística de la modernidad, la dimensión toda de lo estético en nuestras vidas, es írrenunciablemente autónoma, con el sentido de funcionar según sus propias normas internas, constituyendo por ello uno de los puntales de la libertad moderna ai no someterse a los dictados de la moral, la religiún o las convenciones de lo políticamente correcto. Y ai mismo tiempo, ese interés puede proceder de la necesidad complementaria de pensar también cómo dicha autonomía no comparece por completo desconectada de nuestras posibilidades perceptivas y relacíonales, puesto que no sanciona, o no deberia hacerlo, una fragmentación que nos aísla y nos confína. (Ver más)